Durante la ceremonia de fin del bardo de dharmata en honor a mi querida maestra Vero Guzmán, me surgieron muchas emociones confusas mientras veía su fotografía quemarse. Había amor, gratitud, ternura, alegría, admiración… también pena, miedo y rabia. Mientras el fuego se consumía rápidamente me escuché decir: “NO QUIERO QUE TE VAYAS».

Me sentí flotando en un gran vacío, no tengo de dónde agarrarme, este día 49 me ha quitado la última baldosa que tenía bajo mis pies para no dejarte ir.

Terminada la ceremonia me quedé acompañándome a ver que aparecía si esperaba a que ese movimiento cediese un poco. ¡Y ahí pude escuchar tu voz!: “Mira Carla, es un pensamiento que te hace creer que sentir todo esto es porque hay algo malo. Pero si no es bueno ni malo ¿qué es?”

Esto es doloroso, pero se convierte en sufrimiento por la creencia de pensar que soltar tus formas conocidas implica perderte completamente, por eso me aferro a una construcción ilusoria de quien eres y sufro mientras tu imagen en el papel se desvanece.

También me doy cuenta que el bardo lo atravesamos juntas, ambas debemos soltar tu cuerpo, tu voz, tus ojos, tu sonrisa y tu corazón, para poder verte realmente. Cuando suelto algo comienzas a aparecer.

Es increíble ver como hoy tu enseñanza continúa tan viva y eres capaz de seguir ofreciendo valiosos regalos de práctica: como es la posibilidad del encuentro. Y es que somos un mismo saber de todas las cosas del mundo: una flor, una hoja, un papel quemándose.

Mentiría diciendo que no extraño tu mirada generosa, tu voz llena de sabiduría capaz de transmitir tanta paz, calidez, seguridad y transformar almas, tu risa pícara que decía más en serio que en broma que no rechace ni me apegue, sino que escuche y acoja todo lo que surge en mi experiencia.

Esta pérdida es y sigue siendo dolorosa, pero confío que el tiempo y el cariño de quienes te queríamos sabrán sanarla como una vasija de Kintsugi. Pero no es sufrimiento porque constato que no eran tus ojos, ni tu voz, ni tu risa los que me transmitían todo eso, aunque eran bellos, eran solo un reflejo de tu verdadero ser.

Mi querida Vero, cada vez que me siente en el cojín, cada vez que camine por estas tierras sureñas donde veo la hierba crecer y en cada pequeño acto cotidiano, tendré una oportunidad para volver a ese punto donde siempre estás. Gracias por enseñarme un camino para comprender que nunca te fuiste ni llegaste, tu existencia es permanente y siempre estará con todos nosotros.

Con todo el amor, la gratitud y con la promesa de visitar nuevamente tu Caleu querido, me despido mientras te doy la bienvenida.

Carla